Resultaría fuera de la realidad determinar si un tipo de jornada es absolutamente mejor que la otra. Son muchos los factores que aparecen a tener en cuenta, y en los discursos y opiniones hay mucho de “lo que a cada cual le venga mejor”. Posiblemente más de lo que sería deseable, al tratarse de algo tan importante como es la educación (no sólo espacio de aprendizaje, sino también un lugar de socialización, de protección e igualador; y a fin de cuentas, un bien común a proteger…). (1)
Sin embargo, superados los números, los datos (que los hay, sí, los hay) (2) y tras un sinfín de artículos leídos y conversaciones infinitas, miro desde fuera y siento y concluyo que apostar por la jornada partida es defender la escuela pública en sí misma. Hay unos elementos básicos que siento que si no los protegemos y cuidamos, entonces, sí que nos estaríamos fallando a nosotras mismas.
Uno es el momento de recogida de criaturas pero también de entrega, y en consecuencia, un encuentro, con presencia asegurada del profesorado formado y con herramientas acompañando a nuestros hijos. Tal vez entre jornadas no hay diferencia en número de horas, pero sí que hay diferencias en cuanto a cuáles son esas horas; horas claves del día: en mi opinión, este momento de la mañana y la tarde debería ser un búnker a la hora de poder vernos las caras profes y familias, sentirnos, hablarnos, comentar alguna cosa…se ha instaurado últimamente el modelo “pues escribe un email”, y lo siento, pero no; sólo con las sonrisas, con las palabras, con la espontaneidad de ciertas conversaciones, se crea la tan ansiada conexión profesorado-familias y por consiguiente confianza mutua. Habrá quien diga que no es el lugar ni el momento, que pidamos tutorías, pero se antoja de bastante poca altura de miras meter en el mismo saco una relación cotidiana de hola, adiós, una pequeña consulta, un tacto, que esos encuentros destinados a lo que son y que llevan más tiempo y otro tipo de intimidad como son las tutorías. Eso lo sabemos, estamos hablando de todo lo demás. Y cuando no está, lo echamos de menos. Porque también es necesario para que las criaturas vean que hay un interés, una relación personal con sus profesores y profesoras.
Por otro lado, la tan conflictiva, valga la redundancia, resolución de conflictos del comedor. Esto debe ser resuelto por personas adultas cualificadas. Tal vez no en el momento, pero sí después. Por las mismas razones que lo anterior. ¿Cómo no atender los conflictos que suceden en el cole? Algunas creemos además que el comedor no es un lugar de paso, debería ser un lugar más de aprendizaje. Especialmente en las edades más tempranas. Entre las miles de conversaciones tenidas estos días, una amiga me ha contado esto: “Nuestro tutor dijo algo muy bonito: los problemas del comedor no son mi competencia, pero son de mi incumbencia”. Creo que se define por sí sólo. Mirar para otro lado sería negligente, y también, sería muy triste. Profesores, profesoras, no nos dejéis solas a las familias, no dejéis solas a las criaturas en situaciones de conflicto. Os necesitamos.
Y por último está otro asunto, que puede abrir heridas, pero si no lo pronuncio no estaría siendo del todo clara: entendiendo como algo natural, porque realmente es comprensible, querer terminar la jornada laboral cuanto antes (mi comprensión es totalmente sincera) , y en un escenario donde el tiempo es uno de los valores más escasos en la rueda laboral, otro amigo lo contó muy bien: “Por otro lado, creo que esto no es incompatible con acompañar la lucha de l@s docentes para mejorar sus condiciones laborales (…) Es clave diferenciar dónde están los focos y los lugares de encuentro para las mejoras. (…) Para eso, l@s profes tienen que reconocer que su insistencia por el cambio a la continua es una reivindicación laboral. Que su motivación no se apoya para nada en mejorar el aprendizaje y el bienestar de los niños”. Y no lo dijo sólo mi amigo, también fueron estas las conclusiones de la comisión que estudió en 2013 en el Congreso de los Diputados la racionalización de los horarios en España: “La jornada continua encuentra numerosos detractores entre las personas expertas en conciliación. La jornada continua parece responder más bien a las necesidades de conciliación del colectivo del profesorado, pero no a las necesidades de niños y niñas” Que oye, esto, puede ser o no ser, cada cual que haga su reflexión interna, pero desde luego, huela a. (1)
Precisamente por todo esto creo que la elección del tipo de jornada debería trascender de lo que le venga bien a cada uno o cada una de puertas para dentro, e intentar tener una visión más global, solidaria, y colectiva. ¿Qué tal si una vez superado el análisis de datos, de estudios, de resultados, observamos qué está pasando con la parte humana y las relaciones consejería-familias-coles? ¿Qué tal si dejamos de pensar en el beneficio propio (profes, direcciones, algunas familias) para intentar recuperar (digo recuperar porque siento que se está perdiendo a marchas forzadas) lo que tendría que ser una escuela pública, recuperando el contacto físico, asegurando la supervisión de conflictos por las personas, garantizando una apertura y una participación de las familias sana?
Y seamos creativas para solventar aquello que se cree que cambiando de jornada se solucionaría; pero hagámoslo desde dentro. Porque mucho es cuestión de voluntad. ¿Que no hay becas de comedor suficientes desde servicios sociales para todas las familias necesarias? Juntas exijamos cambios de criterio; y mientras tanto, una AFA fuerte, solidaria, y participativa, tiene mucho que aportar. Se han dado muchos casos donde las AFAS becan. ¿Qué “muchos alumnos no se verían obligados a quedarse en el comedor escolar con la jornada continua, por lo tanto, el número de comensales descendería, y así, los conflictos que se generan”? (O lo que es lo mismo, muerto el perro, se acabó la rabia,…con la diferencia de que estamos hablando de niños y niñas), pues aprovechemos ese momento para crecer y enseñar; no es de recibo vivir una solución de un conflicto como una pérdida de tiempo. (“O tal vez, con gente menos precaria y mejor formada en el comedor pues el tipo de jornada no cobraba tanta importancia” …esto abre otro debate, sí). Por poner sólo dos ejemplos.
Y podríamos seguir con la tendencia a la privatización de todo lo que excede puramente la jornada laboral del profesorado, de lo bonito y beneficioso que sería separar criterios de 0 a 6, de 7 a 12, y de 13 en adelante, de cómo las administraciones deberían asumir de una vez sus competencias, de cómo, como siempre, son los más vulnerables quienes acaban perdiendo con estos movimientos…pero sobre esto ya hay mucho escrito y mucho mejor.
Firmado: La madre de un niño de infantil de un colegio público de Madrid.
Fuentes
- RTVE: La jornada continua en los colegios: negativa para los niños, para las madres y para la economía familiar
- esade: Jornada escolar continua: Cómo la pandemia está acelerando un modelo social y educativo regresivo
- El País: Mitos y realidades de la jornada escolar continua: ¿beneficia a los niños o solo a los profesores?