Conclusiones Finales

Estas últimas semanas he asistido, aterrada, a la guerra abierta entre las familias del cole con dos puntos de vista irreconciliables sobre la cuestión del tipo de jornada que mejor conviene a sus hijos…¿o diría a los progenitores o al profesorado?

Reitero lo de “aterrada” porque nunca vi tal movilización por parte de las familias apostantes por la jornada continua. Y es que de hecho, año tras año, los partidarios de la continua mueven montañas con tal de cambiar la jornada. ¿Qué pasaría si esos esfuerzos se dedicaran a luchar por otros cambios que SÍ se ha demostrado que mejoran la calidad de la enseñanza de nuestros peques? Por ejemplo movilizarse para pedir mayor inversión gubernamental en la educación pública, o participar activamente en el AFA, o involucrarse en el huerto o cientos de otros proyectos que inciden directamente en una mejora de la educación.

Porque, tristemente, lo que yo veo aquí, es mucho interés personal por no querer hacer cuatro viajes a un colegio que quizá quede demasiado lejos, habiendo alternativas igual de buenas cerca de casa, en lugar de una reflexión seria y meditada, con una lectura pausada de los estudios que se han hecho, recogidos en los artículos que se han publicado durante estos días en la web que el AFA ha puesto a disposición de todas las posturas.

Insisto, a propósito de esto último, en lo de “irreconciliable”, porque también parece que la inamovilidad de los partidarios de la continua ya se ha convertido en un hecho, a pesar de muchas estadísticas y argumentos de sentido común que se están ofreciendo a favor de la partida. Que aunque no haya aún resultados concluyentes, la balanza científica se inclina ligera y favorablemente hacia la partida.

Me avergüenza leer algunos argumentos de los llamados “profesionales” de la educación, esos que blanden su toga de profesor para validar un juicio desde su estrado de poder y dar lecciones a las pobres familias ajenas al gremio de la enseñanza.

Yo misma pertenezco a ese gremio, provengo de una familia de profesores y he podido observar cómo la educación ha pasado de ser una relación vertical, en la que los docentes daban su lección magistral,  a una horizontal, en la que los alumnos tienen algo que decir, y el profesor es un mero facilitador del conocimiento. Ahí entramos las familias de Infantil y Primaria: ya disponemos del conocimiento, el acceso a la información y las herramientas para saber que lo que les conviene a unos pocos no es lo que les conviene a los niños, que al final, y como siempre, son los más indefensos, los sin voz.

Porque sabemos, y está más que demostrado, que los colegios que han adoptado una jornada continua tienen mayores tasas de fracaso escolar, y esto se debe a varios factores ya apuntados en otros artículos, como cansancio extremo y mayor ociosidad. Quizá esto no afecte, a la larga, ni a mis hijos ni a los de los más favorecidos. Pero precisamente porque estamos en un colegio público, no debemos dejar de preocuparnos por aquellos a los que, irremediablemente, la jornada continua les hará un flaco favor por sus circunstancias socioeconómicas. Y esta rueda nunca dejará de girar hacia el mismo lado.

Para terminar, me gustaría llamar a la abstención como un mecanismo más de nuestra democracia, y quisiera reivindicarlo como algo plausible, legal y totalmente justo. Porque si hablamos de injusticias, una muy real es que todos los años se pida incansablemente el cambio de jornada, en lugar de cambiar de colegio. 

Firmado: Una mamá de Infantil

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